COLEGIO ENRIQUE OLAYA
HERRERA. BOGOTÁ. 2017.
ÁREA: CIENCIAS NATURALES Y EDUCACIÓN
AMBIENTAL FECHA_____________
ASIGNATURA: BIOLOGÍA OCTAVO PROFESORA:
CLARA ISABEL PEÑA PINEDA
NOMBRE DEL ESTUDIANTE___________________________________________
GUÍA: SENTIDO DEL TACTO
|
INDICADORES DE LOGRO
1 CONOCER LAS PARTES QUE CONFORMAN LA PIEL
|
2 IDENTIFICAR LAS FUNCIONES DE CADA UNA DE LAS PARTES DE LA PIEL
|
3 UBICAR CADA UNA DE LAS ESTRUCTURAS DE LA PIEL
|
SENTIDO
DEL TACTO
El
sentido del tacto es el encargado de la percepción de los estímulos que
incluyen el contacto y la presión, los de temperatura y los de dolor. Su órgano
sensorial es la piel. La mayoría de las sensaciones son percibidas por medio de
los corpúsculos, que son receptores que están encerrados en cápsulas de tejido
conjuntivo y distribuido entre las distintas capas de la piel.
La
piel humana constituye el revestimiento del cuerpo humano y, además de
determinar su aspecto exterior, cumple diversas funciones básicas primordiales:
Una
función que desempeña la piel es que actúa como primera barrera protectora
frente a múltiples agresiones externas.
Ayuda
a mantener constante la temperatura corporal y también el medio físico-químico
interno.
Constituye
una reserva de energía en su tejido adiposo y como órgano sensorial, pues es la
sede del sentido del tacto.
Este
sentido es fundamental, ya que los demás se consideran especializaciones del
tacto. Así, para percibir los sabores es necesario que el alimento se ponga en
contacto con la lengua. Lo mismo pasa con los olores, que deben tocar la
pituitaria. Vemos un cuerpo cuando la luz que este emite o refleja toca la
retina. Los sonidos deben chocar contra el tímpano para que se inicie la
vibración que nos generará la audición.
Si
te preguntan cuál es el órgano más grande del cuerpo, lo más probable es que
respondas que el corazón o tal vez los pulmones. Sin embargo, la respuesta
correcta es: la piel, que además es el órgano de mayor sensibilidad táctil.
A
través de la piel percibimos todo tipo de sensaciones, cada una de las cuales tiene
receptores específicos: la sensación táctil –contacto–, la presión, el frío, el
calor y el dolor. Se estima que en la piel humana existen alrededor de cuatro
millones de receptores para la sensación de dolor, 500 mil para la presión, 150
mil para el frío y 16 mil para el calor.
La
piel es una envoltura ligera y resistente que cubre por completo nuestro
cuerpo. Mide alrededor de dos metros cuadrados, ocupa más de un tercio de la
sangre que bombea el corazón y pesa entre tres y cuatro kilos, dependiendo de
la altura y contextura de cada persona. Su espesor depende de la región del
cuerpo en la que se encuentre. La piel más fina es la de los párpados.
El
color de la piel varía debido a los pigmentos que existen en sus células. La
melanina, que abunda en las personas de raza negra, tiene por función proteger
la piel del sol. Es por eso que las personas de este color provienen de las
zonas tropicales, donde los rayos solares llegan de manera más directa.
La
carotina, que es un pigmento amarillo, está presente en la piel de los
asiáticos y tiene por objeto proteger de ciertos rayos solares perjudiciales.
Las
personas blancas, que viven en zonas más frías, no tienen pigmentos. Sin
embargo, la melanina sigue presente en las células y se activa con el exceso de
luz ultravioleta. Por eso nuestra piel se oscurece o tuesta en el verano, al
exponernos al sol.
Las
pecas o efélides son irregularidades en la distribución de melanina, de origen
familiar y racial, pero con predominio en las áreas expuestas al sol en
personas de piel sensible.
PARTES
QUE FORMAN A LA PIEL.
FOLÍCULOS
PILOSOS: formaciones donde se generan los pelos, filamentos de mayor o menor
grosor y de diversa coloración que están presentes en la mayor parte de la
superficie corporal.
RECEPTORES
SENSITIVOS: terminaciones nerviosas o estructuras más complejas cuya misión es
detectar presiones, sensaciones táctiles y térmicas. Los corpúsculos de la piel
La
mayoría de las sensaciones son percibidas por medio de los corpúsculos, que son
receptores que están encerrados en cápsulas de tejido conjuntivo y distribuidos
entre las distintas capas de la piel –epidermis, dermis e hipodermis, desde la
superficie hacia abajo–.
Los
receptores encargados del tacto o de la sensación de contacto son los
corpúsculos de MEISSNER, que nos permiten darnos cuenta de la forma y tamaño de
los objetos y discriminar entre lo suave y lo áspero.
Los
corpúsculos de PACINI son los que determinan el grado de presión que sentimos;
nos permiten darnos cuenta de la consistencia y peso de los objetos y saber si
son duros o blandos. En algunos casos, el peso se mide de acuerdo al esfuerzo
que nos causa levantar un objeto. Por eso se dice que el peso se siente por el
“sentido muscular”.
Los
corpúsculos de RUFFINI perciben los cambios de temperatura relacionados con el
calor –nuestra temperatura normal oscila entre los 36 y los 37 grados– .
Especialmente sensible a estas variaciones es la superficie o cara dorsal de
las manos.
En
tanto, los corpúsculos de KRAUSE son los encargados de registrar la sensación
de frío, que se produce cuando entramos en contacto con un cuerpo o un espacio
que está a menor temperatura que nuestro cuerpo.
Las
distintas impresiones del tacto son transmitidas por los diferentes receptores
a la corteza cerebral, específicamente a la zona ubicada detrás de la cisura de
Rolando.
GLÁNDULAS
SUDORÍPARAS: producen el sudor, secreción compuesta de agua y pequeñas
cantidades de sales minerales y sustancias de desecho que sirve para regular la
temperatura corporal, pues su evaporación tiene un efecto refrescante.
EPIDERMIS:
capa superficial de la piel formada por diversos estratos de células que están
en contacto directo con el exterior.
DERMIS:
capa intermedia de la piel compuesta por células y por fibras de tejido
conjuntivo, que alberga diversos anexos cutáneos y esta provista de abundante
vascularización y de una rica inervación sensitiva.
HIPODERMIS:
capa más profunda de la piel, tiene diferente grosor en las distintas partes
del cuerpo y contiene abundante tejido adiposo que actúa como reserva
energética y como aislante térmico.
El
dolor: El dolor tiene sus propios receptores, llamados álgidos, que son
terminaciones libres –nervios– presentes en casi todos los tejidos del cuerpo,
en la parte más profunda de la epidermis y distribuidas entre las cápsulas de
los diferentes corpúsculos.
Cuando
el estímulo supera los límites normales –frío por debajo de los 0° Celsius,
calor por encima de los 70° C, presión excesiva, punción o desgarradura de la
piel– es captado por estas terminaciones, produciéndose el dolor. Por ejemplo,
si la piel entra en contacto con un papel en llamas, la sensación ya no es de
calor, sino de mucho dolor.
Cuando
las células son dañadas, liberan sustancias que provocan un impulso que surge
de las terminaciones nerviosas.
Una
vez transmitida la información al cerebro, se liberan endorfinas, que bloquean
el dolor. Lo mismo hacen los analgésicos, por mecanismos diferentes.
Los
impulsos dolorosos llegan al cerebro a través de dos tipos de fibras nerviosas,
con distinta velocidad de transmisión: las rápidas, de 12 a 30 metros por
segundo (m/s), y las lentas, de 0,5 a 2 m/s. Es por esto, que existen dos tipos
de dolor: el rápido, que es agudo, breve y muy bien localizado, que hace que
reaccionemos retirando la parte del cuerpo afectada; y el lento, que es un
dolor intenso pero difuso, que se mantiene hasta que se alivia la zona dañada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario